El fútbol pocas veces es un camino de rosas. De hecho, nunca lo es. Incluso en los casos de éxito, el esfuerzo, la constancia, la repetición y la contumacia suponen losas que hay que superar durante años y que provocan numerosas lágrimas, mucho sudor y alguna gota de sangre. Y el COTIF, en eso, sobresale. Y lo hace porque permite vislumbrar a jóvenes estrellas a punto de dar el salto, a las puertas de la profesionalización. Una dorada ventana de oportunidad que raramente se abre. Porque son muchos más los sueños frustrados que las carreras asociadas al éxito. Por ello es tan importante el trabajo psicológico con los deportistas. En 2005 pasó por el COTIF el Valencia CF. Por entonces, la presencia de selecciones nacionales no era tan asiduo y a pesar de que ya habían destacado por Els Arcs combinados como la URSS, España o Brasil, era más asiduo ver a equipos como el Santos brasileño, el Real Madrid de Raúl González o Iker Casillas o el Barcelona de Iván de la Peña.
En aquel Valencia CF, sin embargo, destacó Guillermo Pérez Moreno (Murcia, 11 de enero de 1987), quien, con el paso de los años, hizo disminuir su nombre de guerra para quedarse en un escueto Guille Pérez. Y con dicho nombre lo intentó. Y con dicha identidad lo consiguió. Pero lejos de la élite.
El Guillermo Pérez de 2005, a mí, que ya por entonces redactaba una tras otra crónica de los partidos, me deslumbró. El COTIF alimentaba por entonces de forma creciente su gabinete de prensa y decidió incorporarme para redactar las crónicas. En 2005 yo tenía 23 añitos. Y estaba, por lo que hacía a la creación de contenidos, sólo ante el peligro. Con mis crónicas podía hacer triunfar a un jugador o hundirlo. Tres partidos al día. Escritos creados cuasi con metodología fordista. Miles de pases, algún que otro caño, decenas de goles, unas cuantas bicicletas, centenares de jugadores. La mayoría iguales. Todos diferentes pero cuasi ninguno original. Pero entre todos, dos nombres: Guillermo Pérez y Aarón Ñíguez. El segundo hizo carrera y hoy sigue en el Málaga. En la segunda española. En la élite. Porque pensar que la élite sólo es el Barça y el Madrid es como asimilar el dinero al trillón de dólares. Guillermo Pérez (por entonces, para mí, todavía Guillermo) se quedó por el camino y hoy es complicado seguirle el rastro. Lo destaqué pero no tuve la fuerza de hacerle triunfar. O por lo menos de hacerle llegar a la élite. Porque triunfar se puede triunfar lejos de los focos. En la derrota, en el silencio. Triunfar es seguir creciendo. Sin más. .
El periodista Vicente Tafaner, que de buscar información futbolera sabe un rato, lo ha encontrado en Italia, en el humilde ASD Sant’Angelo 1907, en la cuarta división transalpina. En la principal liga de los campeonatos no profesionales. Según Transfermarkt tiene un precio de mercado de 25.000 euros, mide 1’72 (incluso en eso ha cambiado respecto a 2005), le pega principalmente con la zurda (ya en el COTIF demostró que la tenía de las selectas) y llegó libre desde el Lecco.
El mediocentro (en ocasiones ladeado al franco izquierdo) ha jugado en toda su carrera poco más de 200 partidos y ha anotado una veintena de goles. Su precio de mercado llegó a ser de 300.000 euros, cuando desde el Albacete pasó al filial de Sporting de Gijón y después lo intentó por tierras helenas, jugando en el Veria, Pantharakikos y Lamia. Cuando dicha opción falló (y las cosas pocas veces se dirimen por una sola razón), empezó su andadura por una Italia que le ha acogido en los últimos cuatro años. Borgosesia, Gozzano, Legnano… Lejos quedan Juventus, Inter, Parma… No lejos geográficamente. Lejos aspiracionalmente. Lejos futbolísticamente. Lejos mentalmente.
En mis escritos hay un salto enorme de quince años y medio entre el Guillermo Pérez de 2005 y el Guille Pérez de finales de 2020. De l’Alcúdia a Sant’Angelo Lodigiano, en la provincia de Lodi, en la Lombardía. Unos 13.000 habitantes. Más o menos como el pueblo que acoge el COTIF. A nivel futbolístico, ni idea de aquel zurdo exquisito con una visión de juego memorable. El Guillermo Pérez de 2005 era medio Valencia CF. Mentira. Lo era completo. Fue la luz en aquel COTIF. Fue la diferencia entre tanto jugador mimético.
El Valencia CF no pasó como primero en la fase de grupos. Lo hizo el Español. Los che ganaron un partido (ante el Monterrey, por 2-0), empataron otro (contra el Sevilla, 1-1) y perdieron el último ante los pericos por 1-0. Segundos y semifinal ante el Cruceiro que sólo superaron en los penaltis por 3-1 tras el inicial empate sin goles. En la otra semifinal, el FC Barcelona se deshacía de sus paisanos, también en los penaltis. Era el 23 de agosto de 2005 cuando se jugó la final. Guillermo Pérez (que hizo grande su nombre) no tuvo rival. Marcó en el minuto 11 y encarriló la victoria. Se paseó. Jugó e hizo jugar. Su amigo Aarón Ñíguez prácticamente cerró la final en el 43 y tras el paso por los vestuarios Montoro acabó con el debate. Vázquez redujo la distancia y esperanzó al Barça pero Quintana tapó bocas y confirmó el título para Guillermo Pérez. No para el Valencia. Para Guillermo Pérez. El fútbol es colectivo y nada vale la individualidad. Pero sí la luz. Sí la diferencia. Sí el espectáculo. Guillermo Pérez sumó su título y se abrió puertas.
Desconozco qué pasó después para que se le cerrasen. Desconozco si le faltó fuerza. Si le flaqueó el interés. Si le afectaron las lesiones o tuvo una crisis existencial por un mal noviazgo. Desconozco qué frustró a aquel jugador brillante. Aquel enjuto centrocampista de calidad suprema. Desconozco por qué no se convirtió en un Cazorla, en un Iniesta, en un Soteldo… Lo desconozco todo de él. Simplemente, no tuvo la suerte suficiente para llegar a lo más alto. Y se quedó en los pasos previos, llenando de felicidad vestuarios de categorías más bajas. Hoy, Guille Pérez no tiene miles de seguidores en las redes sociales. Quizá no tiene perfil en ninguna de ellas. Yo, sinceramente, he sido incapaz de encontrarlo para trasmitirle mi voluntad de escribir sobre él. Mejor, porque seguramente me hubiese considerado un lunático. Al recordar épocas pasadas en el Valencia CF, Aarón Ñíguez se acuerda de Guillermo Pérez. Cuando le preguntan que jugador recuerda como un auténtico bestia del balón, rememora: «Uno de mi infancia, Guillermo Pérez, que llegó a jugar en Segunda División. Pero en las categorías inferiores del Valencia era una cosa espectacular. Pero así tengo muchos, desde alevines. Pero si tengo que destacar a uno en particular, Guillermo». Guillermo. No Guille. Aquel jugador quedó petrificado en el tiempo. En 2005. En el COTIF. Guillermo Pérez. De lo mejor que ha pasado nunca por el torneo. Y eso no es poco decir.
Carles Senso, director de Comunicación del COTIF